Ningun conocimiento se nos da si no existe en nosotros la voluntad de conocer, ninguna droga nos salva si no queremos ser salvados.


"La experiencia más hermosa que podemos tener es lo misterioso. Es la emoción fundamental de la que
nace todo arte y ciencia verdaderos. Quien no la conozca y ya no pueda sorprenderse ni maravillarse, es
como si estuviera muerto y sus ojos estuvieran cerrados"

"Nada de lo que escuches, sin importar quien lo diga.
Nada de lo que leas, sin importar dónde esté escrito.
Nada debes aceptar, sin previo discernirlo.
Y por ti mismo, deberás decidir su validez o no.
¡Investiga!"


sábado, 27 de octubre de 2012

Explosión en el centro de la galaxia ¿Esto va en serio…?

Las observaciones muestran que el agujero negro Sagitario A se encuentra en medio de una etapa de actividad que ha sorprendido a los investigadores de la NASA. «Tenemos la suerte de haber capturado la explosión de un agujero negro durante nuestra campaña de observación», ha señalado Fiona Harrison, investigadora principal de la misión en el Instituto de Tecnología de California (Caltech) en Pasadena. «Estos datos nos ayudarán a entender mejor a este gigante que está en el centro de nuestra galaxia y por qué a veces su actividad se recrudece durante unas horas y luego vuelve a dormir», ha indicado.



Lanzado el pasado 13 de junio, el telescopio es el único capaz de producir imágenes enfocadas de rayos X de alta energía, lo que da a los astrónomos una nueva herramienta para sondear objetos como los agujeros negros. Durante dos días de julio, NuSTAR se unió a otros dos ingenios, el Chandra de rayos X y el Observatorio WM Keck en Mauna Kea (Hawai), en infrarrojos, para observar a Sagitario A.
(Fuente: ABC Ciencia)
Se calcula que antes del verano de 2013  Sagitario A* devorará una nube de polvo y gas cuyo tamaño es 3 veces el tamaño de la Tierra. La fórmula E = mc2 establece una relación muy descompensada entre materia y energía. Puesto que la velocidad de la luz al cuadrado es un número pelín elevado, la cantidad de energía liberada será algo digno de tenerse en cuenta.


Para muestra, el chorro que ha expulsado el agujero negro central de una galaxia muy, pero que muy lejana y que ha sido fotografiado desde el radiotelescopio australiano ATCA. La eyección de materia se extiende dos millones de años luz más allá de su origen, lo que la convierten en uno de los fenómenos más grandes del universo.
No obstante, los científicos no terminan de entender por qué la cantidad de rayos X emitida es muchísimo más elevada de lo que debería según los modelos actuales sobre el Cosmos.
“This new image of the jet shows detail we’ve never seen before and the pattern we revealed provides a clue to how jets like this one work,” said Jim Lovell, a member of the research team from the University of Tasmania. “This particular jet emits a lot of X-rays, which is hard to explain with our current models. Our new find is a step forward in understanding how these giant objects emit so much X-ray radiation, and indirectly, will help us understand how the jet came to be.”
(Fuente: Live Science)
Sin embargo, el problema con Sagitario A* ha sido, hasta ahora, el contrario: emitía menos rayos X de lo que se pensaba. Su relación con la ciencia es muy reciente, pues apenas hace una década que fue descubierto. Puesto que en los próximos meses va a dar bastante que hablar, sin duda alguna, y los medios serios se limitan a dar unos cuantos datos aburridos y copiados de una agencia a otra sin siquiera citar la fuente original, será mejor ofrecer alguna referencia más para familiarizar a la parroquia y permitir ampliar los ámbitos de búsqueda:
En 1974, mientras Rees aún se encontraba especulando acerca de los agujeros negros en los centros de las galaxias activas, los radio astrónomos norteamericanos Bruce Balick y Robert Brown se encontraban observando el relativamente silencioso centro de nuestra propia galaxia. Allí ellos descubrieron una fuente de radio compacta y variable que se parecía mucho a un quasar débil — un tipo de NAG lejano que los astrónomos normalmente encuentran cerca del límite del Universo observable. Pero este objeto se hallaba a “tan solo” 26,000 años luz de distancia, ¡en nuestro propio patio trasero cósmico! Debido a que parecía encontrarse dentro de una fuente de radio grande y extensa a la que ya se conocía como Sagitario A, la llamaron Sagitario A* (que se pronuncia “Sagitario-A estrella”).
No fue hasta que se perfeccionó la observación de emisiones de rayos X que se pudo concretar algo más:
Los astrofísicos, anunciando sus descubrimientos en enero del 2000, se encontraban muy entusiasmados por esta evidencia directa de un agujero negro supermasivo en el núcleo de la Vía Láctea. Solo que en medio de la euforia existia un problema: los rayos-X observados tenían sólo una quinta parte de la intensidad prevista por la teoría. En otras palabras, Sagitario A* era débil — lo cual era extraño, puesto que los núcleos activos de las galaxias son siempre tan brillantes.
Observaciones posteriores en radio y rayos-X condujeron a los astrónomos a una posible respuesta: Diez mil años atrás una supernova explotó muy cerca de Sagitario A*. Los gases que se expandieron rápidamente barrieron mucho del gas y el polvo interestelar, impidiendo que el material local cayera dentro del agujero negro supermasivo de la Vía Láctea, y por lo tanto, dejándolo “hambriento”. La disminución de la cantidad de material cayendo dentro del agujero negro, resultó en una menor emisión de rayos-X.
¿Qué significado podría tener esta discrepancia?
Sin embargo, algo de material continúa cayendo. En el año 2001, justo antes de la llegada del ojo vigilante del Chandra, Sagitario A* aumentó repentinamente su brillo. En cuestión de minutos llego a tener 45 veces su intensidad normal. Y entonces, unas tres horas más tarde, volvió a desvanecerse hasta el nivel previo a la llamarada. ¡La energía liberada correspondía al agujero negro engullendo de repente un trozo de materia con la masa de un cometa o asteroide! Mas aún, por la forma específica en que los rayos-X se intensificaron y se desvanecieron, los astrofísicos calcularon que Sagitario A* tiene apenas unos 15 millones de kilómetros de diámetro — menos de la cuarta parte del diámetro de la órbita alrededor del Sol del planeta Mercurio. Esta evidencia por observación directa de su pequeño tamaño, comparado con su enorme masa, parece concordar muy bien con el modelo de un agujero negro supermasivo.
(Fuente: Ciencia NASA)
 

Una década más tarde, llegó el morbo. Primero, unas burbujas de 25.000 años luz de distancia descubiertas a finales de 2010; después, unos haces de rayos gamma a comienzos de 2012; más tarde, una nube de gas que se le aproxima; ahora, una “pequeña” explosión.
Parece que, por mucho que se desee, Sagitario A* no es el anfitrión tranquilo y pasota que todos desearían. O, al menos, no lo será a partir de ahora.

Lo más curioso de todo esto es que, en 1983, cuando nadie sabía gran cosa, el denostado físico Paul Laviolette se atrevió con una teoría que lo condenaría al ostracismo científico: la “súper-onda” galáctica, una explosión periódica de rayos cósmicos en el centro galáctico que se desplazan siguiendo el curso de una onda gravitacional.
Como se ha dicho, entonces nadie podía considerar en serio que la Vía Láctea fuese capaz de emitir radiaciones tan descomunales como las descritas por Laviolette.
En física, una onda gravitacional es una ondulación del espacio-tiempo producida por un cuerpo masivo acelerado. Las ondas gravitacionales constituyen una consecuencia de la teoría de la relatividad general de Einstein y se transmiten a la velocidad de la luz. Hasta ahora no ha sido posible detectar ninguna de estas ondas, aunque sí existen evidencias indirectas de ellas.
[...] La amplitud predicha para estas ondas y los efectos observables que podrían producir son muy débiles, de modo que su detección directa es extremadamente difícil. Si existen las ondas gravitacionales su amplitud sería muy inferior al ruido vibracional procedente de otras fuentes. Tan sólo los fenómenos más violentos del Universo podrían producir ondas gravitacionales susceptibles de ser detectadas.
[...]  Se espera poder encontrar ondas gravitacionales producidas en fenómenos cataclísmicos como:
  • La explosión de una supernova.
  • La formación de un agujero negro.
  • El choque de cuerpos masivos como estrellas de neutrones o la coalescencia de agujeros negros.
  • La rotación de una estrella de neutrones inhomogénea.
  • Radiación gravitacional remanente del Big Bang. Este último caso ofrecería datos únicos sobre la formación del Universo en el periodo anterior a la edad oscura del Universo en la que el Universo era opaco a la radiación electromagnética.
(Fuente: wikipedia)
 

En el Sistema Solar, una súper-onda creada por una explosión más o menos importante en Sagitario A* sacudiría la heliosfera, como resultado de la alteración de la malla espacio-temporal, y agitaría el polvo cósmico hasta el punto de provocar alteraciones en el viento solar, al tiempo que el incremento de energía electromagnética aumentaría la actividad solar. En la Tierra, quienes aún no se dieran por enterados tendrían más oportunidades de captarlo por la  devastadores movimientos sísmicos y erupciones volcánicas que la alteración gravitacional provocaría.
Al mismo tiempo, la radiación que la acompaña generaría todo tipo de efectos electromagnéticos en la atmósfera. No sólo por su impacto, sino por las consecuencias que ejerce sobre el resto de objetos cósmicos. Así, la proliferación de supernovas, explosiones que ponen fin a la vida de una estrella, coincidirían con el paso de la súper-onda, que actuaría como la inyección definitiva en la agonía de estrellas que se encuentran en su fase final.
Un ejemplo de que este tipo de situaciones no es tan descabellado como parece, lo encontramos hace pocos años, el 27 de diciembre de 2004, cuando la Tierra sufrió el impacto de la mayor emisión de radiación jamás conocida:
El ataque llegó de improviso, desde la lejana constelación de Sagitario, a más de 50.000 años luz de distancia. Durante un breve instante, apenas un par de décimas de segundo, el 27 de diciembre de 2004 un invisible estallido de energía, equivalente a medio millón de años de iluminación solar, alcanzó la Tierra casi a la velocidad de la luz. Muchos de nuestros satélites dejaron de funcionar al instante, y las capas superiores de nuestro mundo quedaron instantáneamente ionizadas por el súbito impacto de cantidades masivas de rayos gamma.
La fuente de aquél ataque invisible fue un extraño tipo de estrella de neutrones, un magnetar, conocido como SGR 1806-20 y que se encuentra justo en el extremo opuesto de nuestra galaxia, la Vía Láctea. Los magnetares, un tipo de púlsares que periódicamente expulsan enormes cantidades de energía, poseen campos magnéticos de una extraordinaria intensidad (hasta 1.000 veces mayor que la de un púlsar convencional). Tanto, que resultarían letales para cualquier forma de vida a más de mil km. de distancia.
(Fuente: Ciencia y tecnología)
Obsérvese que la distancia era el doble con respecto a Sagitario A*. De la potencia, mejor ni hablamos…
Sigamos con el panorama. Debido a la alteración del fondo de radiación, veríamos que el Sol se vuelve rojo y el fondo de estrellas adquiere un tono azulado. Al mismo tiempo, la sacudida sobre la magnetosfera garantizaría su debilitamiento y un movimiento de los polos magnéticos.
Laviolette se cuida de ser profeta y marca unos ciclos de unos 11.000 a 13.000 años, considerando que antes de 400 años sufriremos un nuevo impacto. De hecho, escribió un artículo en 1999 lamentando el daño intencionado que se le estaba haciendo para desacreditarle, pues lo que había surgido como estudio serio era fácilmente ridiculizado al filtrarse bajo los conceptos de ciertos movimientos new age que tenían por bandera el “cinturón de fotones” y el “rayo sincronizador” de los mayas.


Al mismo tiempo, se popularizaron seres de luz que proporcionaban información de algo parecido a la súper-onda de Laviolette a través de canalizaciones llenas de amor y buenas intenciones. Después de esto, obviamente, apenas nadie podía tomarse nada en serio.
Algún día cercano abordaremos este tema de la “cultura alternativa” como instrumento manipulable para dejar sin fundamentos ciertos temas, quitarles seriedad y espantar al común de los mortales de interesarse por asuntos que parecen más “reales” de lo que superficialmente se nos ofrece. La manipulación del fenómeno 2012 es el mejor ejemplo de ello.
Laviolette, no obstante, no lo tiene fácil para ser tomado en serio al haberse interesado también por los mitos y otras tradiciones como registros codificados de un saber antiguo. En concreto, en lo que se refiere a sus estudios sobre el zodiaco occidental. Ya en su día, Isaac Newton propuso que el zodiaco era un registro por el que se había querido codificar el mito de Jasón.
Siguiendo con esta corriente, la interpretación de Laviolette es que el zodiaco fue ideado para contar la historia del Universo en un mural que llegara a todas las civilizaciones futuras. Volvemos, así, al mismo concepto encerrado detrás de los mitos y los grandes monumentos.

En su libro Earth under fire, Laviolette explica con detalle sus interpretaciones. De todo ello, lo que cabe señalar aquí se refiere a Sagitario y Escorpio como marcadores del centro galáctico. Ambas constelaciones aparecen correlativas en el cielo y sus signos son los únicos que se representan con flechas.  Al contemplar el dibujo que nos dejaron sus creadores, vemos que Sagitario y Escorpio están apuntando hacia un mismo punto: el centro galáctico.
El único problema con esto es que tal centro galáctico no se determinó hasta 1918. Sin embargo, de ser ciertas las emisiones de radiación de que habla Laviolette, nuestros antepasados habrían podido observar una enorme explosión de luz azul en ese mismo y concreto punto de los cielos. Si es que no lo conocían ya por otros medios, claro…
(Fuente)
Es una suerte que exista este tipo de referencias. Le quitan credibilidad y permiten alejarse de la noticia original. Las conexiones son tantas que, gracias al mareo racional, uno ya no sabe qué puede ser real y qué una paranoia apocalíptica. Entonces, el agotamiento conduce a la tentación evasiva y, ¡ah qué sosiego! Podemos seguir incrédulos…

No fue nada. Sólo una pequeña explosión…

Fuente: Erraticario

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